Reprogramando la progeria


Hace unos meses teníamos ocasión de comentar cómo la investigación básica resultaba determinante en el avance hacia posibilidades terapéuticas reales para enfermedades tan devastadoras como los síndromes de envejecimiento prematuro, las progerias (ver esta entrada anterior del blog). El síndrome de Hutchison-Gilford (o HGPS), la progeria más común, es una enfermedad de base genética producida por mutaciones en el gen LMNA que codifica para la proteína lamin A. Esta lamin A es un componente esencial de la lámina nuclear, que es una estructura fundamental para mantener una correcta arquitectura nuclear. Las mutaciones en el gen LMNA llevan a la producción de una lamin A defectiva que no se procesa correctamente. Esta proteína se sintetiza primero como «pre-lamin A«; posteriormente se farnesila (se le añade un grupo lipídico, farnesilo), lo que le sirve para anclarse a la membrana del núcleo; y finalmente se corta gracias a la acción de una proteasa (una enzima que reconoce una secuencia específica y da un corte). Sólo entonces tenemos lamin A funcional.

 Como decía, las mutaciones en LMNA resultan en un proteína pre-lamin A que se farnesila, se ancla a la membrana, pero no puede ser cortada por la proteasa debido a que la secuencia alterada en los pacientes es justo la que reconoce como diana la proteasa responsable del paso final de procesamiento de la proteína. Esto lleva a que esa proteína defectuosa se quede anclada en la membrana nuclear en lo que se conoce como «progerina» o proteína de la progeria. Esa acumulación es la que resulta tóxica para las células de los pacientes, ya que acaba por causar la desorganización de la estructura de los núcleos y, con ello, altera las funciones fundamentales que realiza este centro de operaciones celular. El resultado final es envejecimiento acelerado y los pacientes fallecen sin superar los 13 años como viejecitos cuando aún son niños. Es una enfermedad devastadora.

Colonia de células madre en cultivo

Comentamos también en este blog anteriormente, el espectacular avance que supone la técnica de reprogramación a célula pluripotente inducida (o célula iPS), descrita por Shinya Yamanaka en el año 2006 (ver la entrada “Escalando la pendiente de la pluripotencialidad”) La reprogramación celular a célula pluripotente inducida permite retrasar el reloj del desarrollo de una célula (ojo, no confundir con el reloj temporal) con sólo añadirle 3 (originalmente 4) factores, los genes embrionarios Sox2, Klf4 y Oct4 (originalmente también el gen c-Myc formaba parte del “cocktail reprogramador”). Es decir, cualquier célula diferenciada, adulta, puede volver hacia atrás en la senda del desarrollo que siguió desde que formaba parte del embrión, hasta convertirse en “algo” muy similar a una célula madre embrionaria (ES) con sólo añadirle estos factores de reprogramación. Desde que se describió esta técnica, el mundo científico anda revolucionado por las evidentes posibilidades que esta tecnología promete hacer realidad. Tener en la mano la posibilidad de devolver al estado embrionario cualquier célula adulta y, desde ahí, encaminarla de nuevo hacia un tipo celular (el mismo de origen u otro distinto) guiándola de la mano en el laboratorio nos permitiría obtener cualquier tejido adulto para reemplazar tejido dañado, haciéndolo además a partir de células del propio paciente, obviando problemas de compatibilidades, rechazos, etc.

Un ejemplo de la teórica utilidad de las células iPS fue aportado por el Dr Juan Carlos Izpisúa, del Salk Institute de la Jolla en San Diego, California, y del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, cuando publicó en Nature en el 2009 la reprogramación a iPS de células de pacientes de la anemia de Fanconi tras haber corregido el defecto genético que portan esas células para, posteriormente, diferenciar esas iPS corregidas a célula de la sangre, que son las células afectadas en la anemia de Fanconi. Teóricamente entonces, se podría hacer una transfusión de células sanguíneas corregidas procedentes de las dañadas del propio paciente («teóricamente» aún).

Otra de las posibilidades que ofrece esta tecnología de reprogramación a célula iPS es la de contar con un verdadero banco de pruebas en donde ensayar la actividad de miles de compuestos sobre células en cultivo que son idénticas a las presentes en la enfermedad. Para muchas enfermedades esto sería un lujo que abriría muchas posibilidades terapéuticas.

Por último, contar con la posibilidad de recrear todo el proceso de la enfermedad en una placa de cultivo, desde el estadio embrionario hasta la célula adulta que refleja el problema y causa la patología, ofrece una oportunidad única de estudio de la enfermedad.

Juan Carlos Izpisía (izq) y Alan Colman (der)

Pues bien, se publica ahora en Nature por parte del grupo de Juan Carlos Izpisúa, e independientemente en Cell Stem Cell por el grupo de Alan Colman, del A*STAR Institute of Medical Biology de Singapur, que se han conseguido reprogramar a células iPS, células procedentes de la piel de pacientes de HGPS. Estas células de la piel, fibroblastos, de HGPS no pueden ser crecidas en cultivo mucho tiempo porque en seguida «envejecen«, entran en lo que se conoce como senescencia celular, para muchos un reflejo celular de lo que es el envejecimiento del organismo. Del mismo modo que estos pacientes envejecen prematuramente, sus células en cultivo parecen también estar mucho más predispuestas a dejar de dividirse y «senescer«. Eso dificulta tener material en cultivo sobre el que analizar el efecto de potenciales fármacos.
Cuando estos grupos de investigadores añadieron los genes de reprogramación a esos fibroblastos de HGPS antes de que se parasen, las células volvieron atrás en su desarrollo hasta células iPS, es decir, a células embrionarias. Las células embrionarias NO expresan de manera normal el gen LMNA, el de la lamin A, por lo que las células así generadas son normales, crecen felices en cultivo y se pueden expandir. Al analizarlas, los investigadores comprobaron que no se acumula progerina, ni existen defectos típicos de las células de HGPS.
Cuando esas células iPS de HGPS se diferencian en el laboratorio a células de músculo liso por ejemplo, las células empiezan a expresar de nuevo lamin A mutante, se acumula progerina y las células entran en senescencia celular, envejecen.

Por todo esto, siguiendo el primero de los puntos del potencial terapéutico asociado a las iPS que comentamos antes, los investigadores proponen que ahora sería posible corregir el defecto genético (antes o después de reprogramar a iPS), diferenciar a un tipo celular dañado en el paciente y con las células generadas realizar una especie de autotransplante. Siguiendo el segundo punto del potencial terapéutico de las iPS, ahora se pueden probar librerías de compuestos farmacológicos en las células diferenciadas a partir de iPS de HGPS para tratar de encontrar «algo» que resulte beneficioso para las células, con la esperanza de que se pueda convertir en un tratamiento eficaz contra la enfermedad. Con respecto al tercer punto, es evidente que si se tienen esas iPS de HGPS, ahora se puede recrear en una placa de cultivo todo el proceso de la enfermedad y analizar en mayor detalle todas sus fases. Sin duda, tres posibilidades que se abren muy prometedoras en la investigación de la progeria.

Estructura nuclear normal de célula sana (arriba) frente a desorganizada de célula HGPS (abajo)

¿Pero, qué tiene todo esto que ver con el envejecimiento natural? En teoría, el estudio de los síndromes de envejecimiento prematuro puede ofrecer una visión sobre el proceso natural de envejecimiento. Pero esto es algo muy controvertido. No está claro que lo que sucede en una persona que muestra signos (algunos) de envejecimiento drásticos debido a un defecto genético concreto, nos pueda aportar toda la información relevante con respecto al complejo proceso multifactorial del envejecimiento. Hay investigadores que han comenzado a seguirle la pista a la lamin A en células de personas sanas, a lo largo del envejecimiento, y es posible que tenga algún papel, pero no está claro que sea un factor determinante. Del mismo modo que hay gente investigando HGPS para entender mejor el envejecimiento natural, Izpisúa y Colman proponen también que usando sus iPS de HGPS podremos entender mejor el envejecimiento natural. De ahí que como se han hecho eco algunos medios de comunicación, Izpisúa haya declarado: «estudiaremos en 15 días un proceso que lleva 80 años«. Sin duda, un titular muy llamativo.

Actualización: Para oir mi intervención en esRadio comentando este artículo y otro relacionado con el ejercicio físico (ver esta entrada) pueden acceder al audio aquí (a partir del minuto 12).

– El artículo original del grupo de Juan Carlos Izpisúa en Nature:

Liu GH, Barkho BZ, Ruiz S, Diep D, Qu J, Yang SL, Panopoulos AD, Suzuki K, Kurian L, Walsh C, Thompson J, Boue S, Fung HL, Sancho-Martinez I, Zhang K, Iii JY, & Belmonte JC (2011). Recapitulation of premature ageing with iPSCs from Hutchinson-Gilford progeria syndrome. Nature PMID: 21346760

– El artículo del grupo de Alan Colman en Cell Stem Cell:

Zhang J, Lian Q, Zhu G, Zhou F, Sui L, Tan C, Mutalif RA, Navasankari R, Zhang Y, Tse HF, Stewart CL, & Colman A (2011). A human iPSC model of Hutchinson Gilford Progeria reveals vascular smooth muscle and mesenchymal stem cell defects. Cell stem cell, 8 (1), 31-45 PMID: 21185252

– Más información sobre la progeria en la página de la “Progeria Research Foundation”: http://www.progeriaresearch.org/

La importancia de la investigación básica – El caso de la Progeria


En muchas ocasiones nos encontramos con la pregunta, ¿para qué queremos encontrar terapias antienvejecimiento, si el envejecimiento es un proceso natural irreversible? Sazonado además con la acusación de estar despreciando a los ancianos por tratarles como “enfermos”. En alguna entrada anterior ya mencionamos cuál es el objetivo de la investigación biomédica del envejecimiento: entender las bases moleculares de un proceso que desemboca en patologías claras y definidas, que causan sufrimiento a la mayoría de la población.

Paciente de HGPS

Pero existe además un interés claro y urgente por entender las patologías que afectan a las personas con síndromes de envejecimiento prematuro o acelerado, las denominadas progerias. Estas son enfermedades raras de base genética que provocan un envejecimiento acelerado de ciertos tejidos desde la infancia, causando dramáticos efectos en las personas que la sufren y que resultan sin remedio en la muerte prematura de los pacientes, frecuentemente cuando estos aún son niños.

Un ejemplo paradigmático de lo que la investigación básica puede lograr en el campo de la biomedicina está representado por el caso del síndrome de progeria Hutchinson-Gilford (HGPS, de sus siglas en inglés). Empujada por el entusiasmo y energía de una fundación sin ánimo de lucro puesta en marcha por padres de niños con esta progeria, nos hemos movido en tan solo 10 años desde el más absoluto desconocimiento de la enfermedad hasta la identificación del defecto genético causante, el entendimiento de la biología molecular subyacente, el desarrollo de modelos animales de la enfermedad y el ensayo clínico de una terapia prometedora.

Fundación para la investigación de la progeria

La Fundación para la Investigación de la Progeria (PRF, de sus siglas en inglés) fue puesta en marcha por la pareja de doctores Leslie Gordon y Scott Berns, tras enfrentarse en 1998 al diagnóstico de HGPS de su hijo Sam, entonces de 22 meses. La absoluta falta de información relativa a la enfermedad, así como la carencia de algún tipo de tratamiento o investigación científica orientada a descubrir las causas del síndrome y una potencial cura, llevaron a estos doctores junto con su familia y amigos a fundar la PRF con el objetivo de promover el conocimiento de la enfermedad, así como a recaudar fondos destinados a proyectos de investigación que identificasen la causa del mismo.

Estructura 3D de la lamin A

El primero de sus objetivos culminó en el 2003 con la publicación simultánea de dos artículos, uno en Science y otro en la revista Nature en los que se describía la identificación de mutaciones en el gen LMNA, que codifica la proteína lamin A, como causantes de la enfermedad. El primer trabajo fue dirigido por Nicolas Lévy del INSERM de Marsella en Francia, y el segundo estuvo liderado por el famoso científico Francis Collins, padre (y director hasta el 2008) del proyecto Genoma Humano. En este último participó también Leslie Gordon, la madre de Sam y fundadora de la fundación PRF.

La investigación básica en cultivo celular demostró que la proteína lamin A se sintetiza como un precursor, pre-lamin A, que sufre un proceso de maduración hasta alcanzar su forma definitiva funcional. Este procesamiento implica un paso de modificación denominado farnesilación, por el cual se añade un grupo farnesilo al extremo de la proteína que la permite anclarse a la membrana nuclear, para posteriormente sufrir un corte proteolítico que libera la forma madura. En el caso de los pacientes de HGPS, las secuencias que deberían servir para realizar el corte y liberación de la proteína madura están ausentes y por tanto se acumula la forma precursora, frecuentemente denominada progerina, anclada a la membrana.

Esquema del procesamiento normal (izq) y defectuoso (derecha) de la pre-lamin A

El papel de lamin A está relacionado con el mantenimiento de la arquitectura del núcleo, que se ha demostrado esencial para el correcto funcionamiento del centro de operaciones de la célula que es el núcleo, donde reside el genoma y se realizan procesos clave para la vida. Los investigadores observaron que es la acumulación de esta progerina, o forma inmadura de lamin A, anclada a la membrana nuclear la causante de toxicidad y responsable de la desorganización de la lámina nuclear en las células de pacientes HGPS.

Aspecto del núcleo celular normal (izq), de HGPS (centro) y de HGPS tras tratamiento con FTIs (der)

Más allá de los estudios con cultivos celulares, los investigadores consiguieron reproducir la enfermedad usando modelos animales modificados genéticamente en los que se sustituyó la secuencia codificante de lamin A (el gen LMNA) normal por una idéntica a la que portan los enfermos de HGPS con las mutaciones que impiden el correcto procesamiento de la lamin A. Al igual que ocurre con los enfermos de HGPS, los ratones así modificados nacen sanos, pero inmediatamente comienzan a manifestar los mismos síntomas que se observan en humanos.

Los primeros síntomas de las personas que nacen con HGPS son problemas de piel que se van agravando conforme los pacientes avanzan en la infancia, cuando comienzan también a desarrollar alopecia, crecimiento retrasado, osteoporosis, arterioesclerosis y problemas vasculares que son la causa fundamental de mortalidad de los pacientes antes de los 13 años.

El investigador Carlos López-Otín

Otro modelo animal, al cual podríamos decir se llegó de manera un tanto fortuita, es el ratón deficiente en la proteasa Zmpste24, generado por el grupo que dirige el doctor Carlos López-Otín en la Universidad de Oviedo. Cuando se obtuvo este ratón y se inició su estudio, los investigadores quedaron sorprendidos al observar que, pese a nacer sanos, rápidamente comenzaban a desarrollar síntomas idénticos a los de los pacientes de HGPS. El análisis de la proteína lamin A reveló el mismo tipo de acumulación de progerina, la forma no procesada de lamin A, el mismo defecto que se observa en los pacientes de HGPS. Esto llevó a los investigadores a identificar la proteasa, la “tijera molecular”, responsable del procesamiento normal de pre-lamin A, que no es otra que esta Zmpste24. De este modo no sólo hemos conocido más detalles del proceso normal de maduración de la pre-lamin A, si no que disponemos de un nuevo modelo animal en el que estudiar el desarrollo de la enfermedad y en el que ensayar potenciales terapias para su tratamiento.

En este sentido, de nuevo el caso de HGPS es un buen ejemplo del gran valor de la investigación básica. Desde hacía tiempo teníamos a nuestra disposición inhibidores sintéticos del proceso de farnesilación, puesto que los laboratorios farmacéuticos anduvieron muy interesados en el desarrollo de este tipo de compuestos para su uso contra el cáncer. Uno de los oncogenes más frecuentemente alterados en cáncer humano es Ras, cuya proteína también sufre este tipo de modificación, lo que le permite anclarse a la membrana plasmática de la célula, desde donde emite las señales que permiten a las células cancerígenas proliferar. Diversas compañías farmacéuticas habían desarrollados compuestos inhibidores de las farnesil-transferasas (FTIs), las enzimas que realizan la modificación de farnesilación, y varios investigadores decidieron probar el efecto de estos FTIs en cultivos celulares y en los modelos animales de HGPS. El resultado fue muy prometedor, consiguiendo al menos retrasar muy significativamente el desarrollo de la enfermedad.

Lonafarnib, el FTI usado en los ensayos clínicos para la HGPS

Esto llevó a la fundación de enfermos de progeria, PRF, a plantear la posibilidad de realizar un ensayo clínico con garantías que permitiese estudiar la seguridad y efectividad de un tratamiento basado en FTIs de los niños con HGPS. Gracias al dinero recaudado por la PRF, un primer ensayo con 28 niños procedentes de 16 países distintos de todo el mundo se inició en Mayo del 2007 y concluyó en Diciembre del 2009, con los resultados definitivos del estudio pendientes de publicarse durante este 2010. El estudio ha sido dirigido por el doctor Mark Kieran, oncólogo pediátrico del Dana-Farber Cancer Institute y el Hospital Infantil de Boston, en Massachusets, Estados Unidos y ha permitido a estas 28 familias volar y alojarse en Boston con sus hijos cada cuatro meses durante los dos años de duración del estudio, para someterse a seguimiento médico y al tratamiento con Lonafarnib, el FTI utilizado.

Mark Kieran, director del ensayo clínico para niños con HGPS

Mientras se estaba realizando este estudio, nuevos datos del laboratorio de Carlos López-Otín, de nuevo empleando modelos animales, pusieron de manifiesto la posibilidad de mejorar este tratamiento experimental a base de FTIs mediante la combinación con otros dos fármacos. En concreto se ha diseñado un nuevo ensayo clínico que combina el  FTI Lonafarnib, con Pravastatin, una statina comúnmente usada para reducir los niveles de colesterol, y ácido Zoledrónico, empleado como fármaco en la osteoporosis. Este ensayo comenzó coincidiendo con la conclusión del anterior estudio e incluye ahora a 45 niños de 19 países distintos, gracias a los esfuerzos de la PRF por identificar a todos los pacientes de HGPS del mundo y ofrecerles la posibilidad de participar en estos ensayos clínicos de manera gratuita.

De hecho, desde Octubre del 2009, la PRF inició una campaña denominada “Encontremos a los otros 150” (http://www.findtheother150.org) con la intención de identificar a todos los pacientes de la enfermedad del mundo. Se calcula que la frecuencia con la que se produce la HGPS es de 1 niño por cada 4-8 millones, lo que lleva a una estimación de alrededor de 200 niños que potencialmente podrían tener la enfermedad. De los 54 conocidos por la fundación al inicio de la campaña hemos pasado ya a 68, tan sólo 10 meses desde su inicio.

Volviendo al inicio de esta entrada, creo que resulta evidente que buscar terapias que permitan paliar o incluso revertir estas enfermedades no será visto como un desprecio hacia las personas que sufren estas enfermedades. Del mismo modo, y más allá de los delirios con mayor o menor base científica de los promotores de la búsqueda de una teórica inmortalidad, profundizar en las causas del envejecimiento que derivan en enfermedades asociadas al proceso no tiene porqué ser interpretado como un desprecio hacia los ancianos, si no como un esfuerzo por mejorar la salud y el bienestar de los mismos.

Efecto del IGF-1 en modelos de ratón con progeria

Así, una de las áreas actuales de investigación de la lamin A trata de establecer si la acumulación de la forma no procesada, progerina, durante el envejecimiento normal está detrás de algunas de las enfermedades asociadas al envejecimiento que son comunes a las que de manera acelerada se manifiestan en los enfermos de HGPS. Los primeros indicios apuntan a que así podría ser en las patologías vasculares humanas asociadas a la edad. Del mismo modo, la investigación en envejecimiento apunta a la importancia de los niveles del factor de crecimiento insulínico (IGF-1) y, muy recientemente, el grupo de Carlos López-Otín ha demostrado que aportar IGF-1 a los ratones deficientes en Zmpste24 y que manifiestan síntomas muy similares a los de los enfermos de HGPS, mejora su supervivencia.

Por último, y en un giro insospechado, algo muy habitual en la investigación científica, la acumulación de progerina parece ser la responsable de algunas de las patologías desarrolladas como efectos secundarios derivados de la terapia antirretroviral contra el virus del SIDA. Esta terapia está basada, entre otras cosas, en la administración de inhibidores de la proteasa viral, crucial para la correcta maduración de proteínas del virus. Sin embargo, parece que la administración prolongada de estos compuestos termina también por bloquear la actividad celular de Zmpste24, la encargada del correcto procesamiento de la pre-lamin A, provocando como efecto indeseado su acumulación y la aparición de un envejecimiento acelerado del sistema cardiovascular de los portadores del VIH bajo tratamiento. Como derivación de la investigación con los pacientes de HGPS, resulta prometedor plantear una posible terapia con FTIs que disminuya la presencia de progerina asociada a la membrana nuclear y palie los efectos secundarios de la terapia antirretroviral.

Los caminos para dar con terapias efectivas se basan en investigaciones con cultivos celulares y modelos animales, se apoyan en conocimientos arrancados en el laboratorio paso a paso, o a partir de hallazgos adquiridos quizás con otras perspectivas en mente y por otros investigadores tiempo atrás, y establecen definitivamente su valor superando la prueba del ensayo clínico bien controlado. Creo que si algo podemos concluir de esta historia es que la investigación básica es fundamental para encontrar curas eficaces a enfermedades dramáticas.

Para encontrar más información:

– La página de la “Progeria Research Foundation”: http://www.progeriaresearch.org/

– Información sobre la progeria, la campaña “Encontremos a los otros 150”, los ensayos clínicos, etc, también en español: http://www.findtheother150.org/progeria-prf-in-other-languages.html

– Los dos trabajos simultáneos de identificación del gen de la progeria:
Eriksson, M., Brown, W., Gordon, L., Glynn, M., Singer, J., Scott, L., Erdos, M., Robbins, C., Moses, T., Berglund, P., Dutra, A., Pak, E., Durkin, S., Csoka, A., Boehnke, M., Glover, T., & Collins, F. (2003). Recurrent de novo point mutations in lamin A cause Hutchinson–Gilford progeria syndrome Nature, 423 (6937), 293-298 DOI: 10.1038/nature01629

De Sandre-Giovannoli, A. (2003). Lamin A Truncation in Hutchinson-Gilford Progeria Science, 300 (5628), 2055-2055 DOI: 10.1126/science.1084125

– La demostración en ratón del papel de lamin A en la progeria:
Mounkes LC, Kozlov S, Hernandez L, Sullivan T, & Stewart CL (2003). A progeroid syndrome in mice is caused by defects in A-type lamins. Nature, 423 (6937), 298-301 PMID: 12748643

– La demostración en el modelo animal de que los FTIs funcionan frente a la HGPS:
Fong, L. (2006). A Protein Farnesyltransferase Inhibitor Ameliorates Disease in a Mouse Model of Progeria Science, 311 (5767), 1621-1623 DOI: 10.1126/science.1124875

– La demostración de que la triple terapia es más efectiva que FTIs sólo:
Varela, I., Pereira, S., Ugalde, A., Navarro, C., Suárez, M., Cau, P., Cadiñanos, J., Osorio, F., Foray, N., Cobo, J., de Carlos, F., Lévy, N., Freije, J., & López-Otín, C. (2008). Combined treatment with statins and aminobisphosphonates extends longevity in a mouse model of human premature aging Nature Medicine, 14 (7), 767-772 DOI: 10.1038/nm1786

– La demostración del beneficio en modelo animal del IGF-1 frente a HGPS:
Mariño G, Ugalde AP, Fernández AF, Osorio FG, Fueyo A, Freije JM, & López-Otín C (2010). Insulin-like growth factor 1 treatment extends longevity in a mouse model of human premature aging by restoring somatotroph axis function. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 107 (37), 16268-73 PMID: 20805469

– La identificación de la conexión Zmpste24-inhibidores de proteasa del VIH como causa de efectos secundarios en la terapia antirretroviral:
Coffinier, C., Hudon, S., Farber, E., Chang, S., Hrycyna, C., Young, S., & Fong, L. (2007). From the Cover: HIV protease inhibitors block the zinc metalloproteinase ZMPSTE24 and lead to an accumulation of prelamin A in cells Proceedings of the National Academy of Sciences, 104 (33), 13432-13437 DOI: 10.1073/pnas.0704212104

– Una buena revisión actual sobre la relación entre la investigación en progerias y el envejecimiento fisiológico:
Burtner CR, & Kennedy BK (2010). Progeria syndromes and ageing: what is the connection? Nature reviews. Molecular cell biology, 11 (8), 567-78 PMID: 20651707

¿Está la religión en contra de la investigación antienvejecimiento?


En un reciente artículo publicado en el periódico de los profesionales sanitarios, Diario Médico, teníamos ocasión de leer las reflexiones de Vicente Bellver acerca de los últimos avances de la investigación biomédica del envejecimiento, aprovechando su participación en el curso de verano que la Universidad Católica de Valencia celebró este mes de Agosto en Santander, con la ponencia titulada “Aspectos éticos en la lucha contra el envejecimiento”.

Vicente Bellver es profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Católica de Valencia (UCV) y director general de Política Científica de la Generalitat Valenciana. Esto último refuerza la relevancia de sus opiniones en lo relativo a la investigación biomédica del envejecimiento, puesto que hablamos de un cargo público con poder para guiar el sentido y la dirección de la investigación científica en una comunidad autónoma del peso científico de la Comunidad Valenciana.

Foto de Vicente Bellver tomada de diariomedico.com

En el artículo, Bellver expresa su preocupación ante las investigaciones destinadas a descubrir las bases moleculares del envejecimiento y el potencial uso derivado de ellas, en búsqueda de estrategias e intervenciones para alargar la vida. Una de sus conclusiones es que “deberíamos imponernos la prohibición moral de extender la vida más allá de nuestro límite biológico”. Curioso concepto el de imponernos prohibiciones morales, puesto que cabría preguntarse la moral de quién o de qué ideología es la que debemos “imponernos”. Y curioso también plantear no extender la vida más allá de un supuesto “límite biológico”. ¿Quién define cuál es el límite biológico de la especie humana? ¿Qué límite biológico deberíamos usar, el de una persona de principios del siglo XX? Si analizamos las curvas de supervivencia humana y los datos derivados de expectativa de vida a lo largo del último siglo, observaremos un hecho apabullante: ¡hemos duplicado nuestra expectativa de vida! Vivimos ahora el doble que nuestros antepasados gracias a la mejora en las condiciones higiénicas y de alimentación, por un lado, y gracias de los avances de la medicina, por otro.

Aumento de la expectativa de vida a lo largo de los años

Asegura además que “pensar que podemos aspirar a ser inmortales es el inicio de la pérdida de la identidad humana, que se fundamenta en la idea de la muerte”. Sin embargo, si atendemos a la historia de la humanidad, yo diría que si algo distingue la identidad humana es precisamente su afán de superación de todos los límites, su inconformismo y rebeldía. Este espíritu nos ha llevado siempre a la búsqueda utópica de la Fuente de la Eterna Juventud como ideal máximo de victoria sobre la muerte. En contraposición, la aceptación sumisa de la muerte sólo se da en los individuos con convicciones religiosas, convencidos de la existencia de una vida espiritual infinita más allá de la muerte, exenta de los rigores de la enfermedad y del dolor, en definitiva, de la inmortalidad.

Más revelador resulta a continuación cuando propone que “es una ingenuidad empeñarse en negar tanto el dolor como la muerte”. No creo que la biomedicina esté intentando negar el dolor; creo que es una necesidad, y un deber, buscar métodos que permitan paliar el dolor y el sufrimiento de todas las personas. Cuando hablamos de envejecimiento y búsqueda de métodos que lo retrasen, estamos hablando fundamentalmente de proponer intervenciones que nos permitan evitar desarrollar enfermedades asociadas al envejecimiento que son las que causan sufrimiento de manera innecesaria, salvo que los gustos personales o las convicciones religiosas le lleven a uno a buscar el goce en el dolor; pero eso tiene un nombre, masoquismo.

Paciente de Hutchinson-Gilford

Existen además toda una serie de enfermedades de base genética denominadas de manera general progerias (como el síndrome de Werner, el de Hutchinson-Gilford, la dyskeratosis congénita, etc.) caracterizadas por un envejecimiento prematuro o acelerado, de consecuencias dramáticas. Los avances experimentales sobre las bases moleculares del envejecimiento que nos aporten potenciales vías de actuación antienvejecimiento, podrían traducirse en métodos efectivos de tratamiento para estas personas, con el consiguiente beneficio derivado para su salud.

Quizás resulte ilustrativo de la forma de pensar de Vicente Bellver atender a las opiniones formuladas por él mismo con anterioridad (y accesibles en la red) acerca de otros temas médicos o científicos, criticando la investigación con células madre embrionarias, rechazando el uso de la píldora postcoital, oponiéndose a la eutanasia, o en contra de la bioética laica. Sin duda toda una línea de pensamiento influida por una evidente ideología religiosa.

No vamos a negar la necesidad de un debate ético que derive en una correcta regulación y legislación de ésta y de cualquier investigación científica o procedimiento médico. Pero siempre es necesario hacerlo desde un enfoque que se desprenda de creencias religiosas personales (un punto de vista laico), por el bien de toda la sociedad, o estaremos retrocediendo a épocas inquisitoriales.

La investigación biomédica del envejecimiento busca entender las bases moleculares de un proceso que desemboca en patologías claras y definidas, que causan sufrimiento a la mayoría de la población. Los últimos avances científicos nos permiten afirmar que cumplir años no tiene por qué estar indisolublemente asociado a ese dolor derivado de las enfermedades asociadas al envejecimiento. Por lo tanto, es obligado profundizar en esos mecanismos y encontrar soluciones que nos permitan gozar de buena salud, también en los últimos años de nuestra vida.

Addendum: Para ahondar en la investigación en síndromes de progeria y su relación con el envejecimiento fisiológico del organismo, recomendamos la lectura del reciente artículo de revisión de Christopher Burtnet y Brian Kennedy:

Burtner CR, & Kennedy BK (2010). Progeria syndromes and ageing: what is the connection? Nature reviews. Molecular cell biology, 11 (8), 567-78 PMID: 20651707