La ciencia que estudia las bases moleculares del envejecimiento ha obtenido unos éxitos tan asombrosos en lo relativo a intervenciones anti-envejecimiento en modelos animales experimentales de laboratorio, que incluso se están empezando a plantear posibles tratamientos que retrasen, o incluso reviertan, el envejecimiento. Todos los días asistimos maravillados a nuevos descubrimientos que desentrañan los más íntimos secretos de la maquinaria responsable del envejecimiento, y al desarrollo de modificaciones genéticas o al ensayo de tratamientos en animales de experimentación que resultan en longevidades que harían palidecer al mismísimo Matusalén. ¡El envejecimiento es maleable! Estos hallazgos son amplificados por los medios de comunicación, en muchas ocasiones de manera errónea por una falta de entendimiento claro de las implicaciones de la investigación básica de los periodistas o por afán sensacionalista, otras veces por la irresponsabilidad de los propios investigadores, que ven la ocasión de promocionarse gracias a la difusión adquirida a través de los medios de comunicación.
Quizás la ciencia no esté aún ahí, pero la industria de los suplementos dietéticos llega más lejos que la propia ciencia para vendernos ya, tratamientos que prometen mantenernos jóvenes para siempre. Existen regulaciones estrictas en lo que la industria farmacéutica puede vender. Primero deben demostrar con hechos, de una manera controlada, verificable y reproducible, la seguridad y efectividad del producto, un proceso largo y costoso. Además, un medicamento tiene un seguimiento posterior a su lanzamiento al mercado que trata de detectar cualquier incidencia que pudiera surgir y que no hubiese sido prevista por los estudios previos de seguridad, para poder actuar a tiempo y retirar el medicamento si es preciso.
Tenemos también toda una reglamentación al respecto de lo que podemos decir de un producto para venderlo, y así por ejemplo la industria de la alimentación ha tenido que ajustarse a la normativa para no ser acusada de vender cosas bajo falsas promesas como “mejora tus defensas”, “ayuda a no engordar”, etc, aunque sí pueda declarar “fuente de antioxidantes”. Pero cuando llegamos a la industria de los suplementos dietéticos y de las terapias alternativas, todo vale. Desde el que te vende una pastilla de azúcar prometiéndote que de esa manera ayuda a tu cuerpo a sanar por si mismo, hasta el que pone tus flujos energéticos en su sitio mostrándote las palmas de la mano. Desde el que cura la impotencia, hasta el que cura el cáncer y el SIDA. No necesitan demostrar nada, ni se cortan en sus afirmaciones.
De entre estos hay un grupo mucho más elaborado, sutil y refinado. Los que se apoyan en datos científicos tergiversados o en lo que el médico y divulgador británico Ben Goldacre frecuentemente denomina “cherry picking”, seleccionar de entre toda la evidencia publicada únicamente aquella, por extraña, escasa o anecdótica que resulte, que sirva para apoyar nuestros postulados, ocultando cualquier serie de datos, por sólidos, fiables y relevantes que puedan ser, si contradice y se opone a tus intereses. Los que se disfrazan de científicos rigurosos, vistiendo una bata blanca impoluta almidonada que ha debido ser lavada con la última sensación del mundo del detergente, y que sólo se han puesto delante de un microscopio para posar en las fotos promocionales o para la prensa (si hilamos tan fino como para distinguir entre ambas). Los que llenan de palabrería científico-tecnológica su discurso, escogiendo de una cuidadosa selección de términos suficientemente ambiguos (concentrado de activos, complemento de última generación, …), atractivamente sofisticados (nutracéutico anti-aging, hormesis, …) , semánticamente adecuados a los tiempos actuales (reduce tu estrés, natural, neutraliza los radicales, …). Todo para asegurarte que ya estamos ahí, que no hay que esperar más y que tenemos la solución para evitar el envejecimiento. Si envejeces es porque quieres, porque basta con tomarte una pastillita desarrollada por científicos empleando las técnicas más avanzadas y todo el conocimiento adquirido por décadas de investigación, con actividad demostrada por miles y miles de exhaustivos estudios clínicos en humanos. ¿O no?
De entre todos los productos anti-envejecimiento que habrás tenido ocasión de encontrar en los últimos años, muy probablemente el de mayor éxito (y en crecimiento exponencial) es el resveratrol. Si no has oído nunca hablar del resveratrol (o sus denominaciones comerciales que aquí omitiremos) probablemente has pasado los últimos meses recluido en una caverna o algo por el estilo. Si no me crees, teclea “resveratrol” en Google y verás que aparecen literalmente millones de páginas, además de multitud de enlaces patrocinados. Asociado además a sensacionales expresiones como “el milagro antiaging”, “contribuye a retrasar nuestro reloj biológico”, “refuerza nuestras barreras antioxidantes”, “la píldora de la longevidad”, “ralentiza el proceso de envejecimiento celular”, “probado científicamente”, “activador natural de las sirtuinas, la molécula de la longevidad”. Los vendedores de resveratrol aseguran que su producto es efectivo protegiendo “frente al envejecimiento celular”, “previene el Alzheimer y el cáncer”, “mejora el cabello y la hidratación, firmeza y elasticidad de la piel”, “reduce el colesterol malo y los triglicéridos”, “cardioprotector”, “antiinflamatorio”, …, salvo frente a la diarrea, parece que es efectivo en cualquier campo de la salud. Pero claro, es que estamos ante un avance científico revolucionario investigado y patentado, nada menos que por el CSIC (Consejo, que no Centro, Superior de Investigaciones Científicas español). Por tanto cuenta “con el mayor aval científico”, y con la friolera de “5230 estudios clínicos”, más que la clásica aspirina. Se coloca en farmacias, embasado en cajitas “tipo medicamento” y se adiestra a los farmacéuticos para que lo prescriban a los “consumidores” (ojo, que no pacientes).
¿Cómo nos explican el envejecimiento los vendedores de resveratrol? Envejecemos por los radicales libres, que han aumentado en nuestras vidas debido a la polución, los plaguicidas, el consumo de tabaco, los aditivos de los alimentos tan procesados que comemos, … Y porque nuestras defensas (naturales, por supuesto) han disminuido debido a nuestra dieta pobre en antioxidantes (pero si todos los productos del super son ricos en antioxidantes, es imposible fallar). Según este diagnóstico, debemos estar entonces envejeciendo en la actualidad a un ritmo muy superior a como lo hacían nuestros antepasados en las cavernas o, sin ir más lejos, a los habitantes de la Edad Media que se desenvolvían en un ambiente idílico y bucólico, alejado de polución, plaguicidas y alimentos procesados.
Pero, ¿qué es el resveratrol? ¿De dónde proviene la idea de que el resveratrol prolonga la vida? ¿Qué son las sirtuinas? ¿Por qué necesitamos activarlas? ¿Existen, como dicen, evidencias científicas de su acción? ¿Es peligroso tomar resveratrol, tiene efectos secundarios? Espero que en las próximas entradas de este blog podamos hacernos una idea, revisando la evidencia científica que disponemos hasta el momento.
(Para continuar con la segunda parte de esta serie de entradas dedicadas al resveratrol, ir aquí)