Hormesis: Entrenamiento contra el envejecimiento


Ya comentamos por aquí con anterioridad que la única intervención demostrablemente efectiva para retrasar el envejecimiento es la conocida como restricción calórica, la reducción de la ingesta de calorías en la dieta sin caer en la malnutrición.  También advertíamos que los supuestos beneficios de una dieta baja en calorías para los humanos estaban aún lejos de estar bien asentados. Ni siquiera la generalización en la que repetidamente caemos de que este efecto se reproduce en muy distintos organismos, desde la levadura hasta los mamíferos, está libre de matizaciones y excepciones. Pese a todas estas premisas de precaución necesarias, son muchos los laboratorios de investigación y las compañías farmacéuticas interesadas en este fenómeno.

La primera cuestión que muchos se preguntan es ¿por qué reducir las calorías prolonga la vida? Por el momento desconocemos con certeza la solución a esta pregunta, pero se ha propuesto que esta mayor longevidad es una respuesta adaptativa a la escasez de alimentos, algo frecuente en la naturaleza, y que lleva a los organismos a ralentizar todas sus funciones, una especie de entrada en letargo, modo ahorro o hibernación, a la espera de tiempos más benévolos de comida abundante que ofrezcan mayores garantías de éxito en la reproducción.

Sin embargo, esta posibilidad no satisface a muchos investigadores. Otra explicación alternativa se basa en el fenómeno conocido como “hormesis”. En toxicología, se entiende por hormesis al (de la Wikipedia) “fenómeno de respuesta a dosis caracterizado por una estimulación por dosis baja y una inhibición para dosis altas”, o lo que es lo mismo, una respuesta positiva estimulada por una muy pequeña dosis de algo que a dosis mayores tiene un efecto negativo. Piensen en el efecto de ciertas medicinas (de las de verdad, no en las homeochuches), antibióticos, venenos, etc. La respuesta de un organismo al estrés provocado por la falta de calorías puede ser protectora frente al daño inducido durante el proceso de envejecimiento. Algunos han llegado a poner nombre y apellidos a los mediadores de este proceso en el caso del retraso del envejecimiento por restricción calórica.

Investigadores liderados por Michael Ristow en el Instituto de Nutrición de la Universidad de Jena, en Alemania, propusieron hace unos años que la inducción de estrés oxidativo, normalmente asociado al envejecimiento, como consecuencia de la falta de glucosa en la dieta de los gusanos C. elegans, resulta en una respuesta de protección, precisamente, frente a ese estrés oxidativo, y es esa respuesta la que termina protegiendo al gusano del envejecimiento. Por así decirlo, la restricción calórica podría suponer una especie de entrenamiento que nos sitúa enfrente de un problema a escala menor, para que sirva de sparring con el que ponernos en forma y ensayar los golpes que nos servirán para derrotar a su primo de zumosol, el envejecimiento. Una consecuencia derivada de estas observaciones es que el tratamiento antioxidante impide esta protección, lo que resulta perjudicial en términos de protección frente al envejecimiento, un dato experimental más en contra de los perjudiciales (como ya vimos aquí), y no por ello menos de moda, antioxidantes.

Referencias:

Schulz, T., Zarse, K., Voigt, A., Urban, N., Birringer, M., & Ristow, M. (2007). Glucose Restriction Extends Caenorhabditis elegans Life Span by Inducing Mitochondrial Respiration and Increasing Oxidative Stress Cell Metabolism, 6 (4), 280-293 DOI: 10.1016/j.cmet.2007.08.011

¿Comer para no envejecer?


Todos los días podemos ver en televisión, oir en la radio o leer en la prensa, al último gurú de la alimentación ofreciéndonos consejos prácticos sobre dieta y salud anti-envejecimiento. Nos anuncian sus dietas milagrosas, sus mejores trucos anti-edad, todos los datos sobre el valor dietético de tal o cual alimento, el ranking de contenidos en antioxidantes, en vitaminas, etc, etc. Y por supuesto nos citan su lista negra de alimentos que aceleran el envejecimiento y su lista de alimentos favoritos que lo retrasan de manera radical. Oyéndoles, uno puede llegar a pensar que hablan basándose en estudios científicos serios que han demostrado con claridad y sin género de dudas todas sus afirmaciones. Y sin embargo, no es así.

Deliciosa fruta ... antienvejecimiento?

El mundo de los consejos dietéticos es un producto de nuestros días, en los que nos vemos acuciados por problemas de salud que creemos (con mayor o menor acierto) relacionados con la alimentación y en los que atribuimos una enorme importancia a la apariencia física y cómo la dieta puede influir en ella. Si antes el enfoque fue engordar/no engordar, hoy en día ha surgido con fuerza la variante envejecer/no envejecer. Aprovechando el tirón popular que las noticias relacionadas con la alimentación y la dieta tienen en nuestros días, son muchos los expertos que relacionan cualquier resultado preliminar de la investigación sobre las bases moleculares del envejecimiento para hacer sus propias afirmaciones y recomendaciones que serán compradas por un público ávido en adherirse a las nuevas modas dietéticas antienvejecimiento.

Sin embargo, estas afirmaciones pueden ser de lo más peregrinas si simplemente están basadas de manera parcial en los nuevos datos que la investigación en el laboratorio proporciona; cuando no directamente salvajes si los individuos que las proclaman obtuvieron su título de experto en dietética del envejecimiento en un curso por correo. Así podemos encontrar pregonadas y amplificadas por la enorme caja de resonancia que ofrece Internet en nuestros días, bobadas del calibre de bulos como el que afirma que la leche induce “secreción de moco” que es la responsable del cáncer de próstata y de mama, o que la forma de las frutas y verduras nos indica con su parecido para qué órganos es beneficiosa.

Dejando a un lado la voz de los charlatanas pseudocientíficos, no dejan de producirse afirmaciones cuestionables en entornos más o menos académicos, que airean a la ligera consejos de dudosa base científica. Por una parte está el típico problema que se produce cuando se salta en el vacío desde un resultado preliminar en laboratorio con animales de experimentación (a veces incluso con datos derivados de cultivos celulares), con resultados meramente correlativos, y se extrapola a la salud humana como si de un hecho probado y constatado se tratase.

Otra característica frecuente es dejarse guiar por el “sentido común”, que dará por buenos, aún sin demostración que lo sustente, cualquier resultado que se ajuste a los esquemas previos que un individuo y la comunidad en la que se engloba tenga por buenos y razonables. A esta cuestión muchas veces se le unen intereses comerciales que refuerzan el valor de alguna de las afirmaciones, simplemente porque están en línea con el mercado en el que se mueven importantes sectores de negocio.

Alimentos saludables y ... algo más?

Así tenemos afirmaciones de lo más sensatas, comúnmente aceptadas por todos, como la importancia del consumo de frutas y verduras para una mejor salud y longevidad. Desde los años 90 del siglo pasado se ha dedicado un gran esfuerzo a promover el consumo de frutas y verduras entre la población teniendo como uno de sus objetivos disminuir la incidencia de cáncer. Por muy razonable que sea pensar en el beneficio que el consumo de frutas y verduras tiene para la salud, lo cierto es que el mayor estudio sobre este consumo y la incidencia de cáncer a lo largo de diversos países europeos, llevado a cabo dentro del programa “European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition” (EPIC), demostró recientemente que no existe ninguna relación entre la cantidad de frutas y verduras que se consumen y una mayor protección frente al desarrollo del cáncer. Por supuesto estas conclusiones no descartan que exista un grupo de frutas y verduras concreto que sí aporten un beneficio anticancerígeno, pero lo cierto es que la afirmación amplia de que ese consumo nos protege del cáncer no está probada. Lo sensato es profundizar aún más en nuestro conocimiento sobre el beneficio real que podemos obtener de alimentos saludables como las frutas y verduras, identificar los elementos que contienen y aprender cómo beneficiarnos aún más de ellos.

Si utilizamos el ejemplo anterior de cómo una afirmación a todas luces sensata, como pueda ser la de promover el consumo de frutas y verduras, tiene una comprobable escasa incidencia en mejorar patologías como el cáncer, imaginemos la base de afirmaciones mucho más peregrinas y no sustentadas en estudios amplios y serios. Aquí ya hemos hablado del movimiento filosófico cuasi-religioso de los antioxidantes y sus supuestos efectos beneficiosos previniendo y revirtiendo todas las patologías y, como ejemplo máximo de su poder, retrasando el envejecimiento, cuando en realidad el estudio más amplio con respecto al efecto de los suplementos antioxidantes demostró no ser efectivo frente al cáncer, cuando no directamente ser perjudicial para la salud.

Con esa pinta tentadora, tiene que ser malo

Se producen además afirmaciones cuestionables sobre alimentos que están casi en su totalidad infundadas o responden a prejuicios, como comentábamos más arriba, producto del refuerzo ejercido por el consenso existente en un momento dado. Así, recientemente le tenemos declarada la guerra a productos como el azúcar y le encontraremos culpable de todos los males, incluido el envejecimiento. O al café, producto por otra parte rico en antioxidantes. O al exquisito chocolate, que en su variante más pura carece de azúcar o de grasas perjudiciales y que, si acaso, se ha demostrado como beneficioso para el envejecimiento.

Por el contrario, ensalzaremos alimentos basándonos en presuntas bondades que no resisten el más mínimo escrutinio. El vino tinto es riquísimo y me parece genial que se le quiera promocionar como producto saludable, pero de ahí a vendérnoslo como alimento antienvejecimiento por su contenido en resveratrol o su capacidad antioxidante, hay que ser un charlatán profesional.

El origen de la fama reciente del vino tinto como protector frente a las enfermedades cardiovasculares y responsable de una mayor longevidad es ilustrativo, y tiene que ver con la conocida como “paradoja francesa”. Dicha paradoja no tiene nada que ver con la reciente eliminación del equipo francés de la Copa Mundial de Fútbol, si no que es un término acuñado por el Dr. Serge Renaud, de la Universidad de Burdeos en Francia, que proclamaba que los franceses padecen una menor incidencia de enfermedades cardiovasculares (más tarde también extendido a una mayor longevidad) pese a tener un consumo superior a la media en otros países de productos ricos en grasas saturadas como el paté o las carnes, debido fundamentalmente a su también mayor consumo de vino tinto. Cuando en 1991 el popular programa de televisión estadounidense “60 minutes” se hizo eco de esta hipótesis, las ventas de vino tinto en EEUU experimentaron un espectacular aumento del 44% y algunas bodegas exigieron poder llevar en sus etiquetas la declaración de “alimento saludable”. Para rematar la jugada, aportándole una aureola de seriedad científica, las investigaciones fundamentalmente del grupo dirigido por David Sinclair sobre los efectos prolongadores de la longevidad y protectores frente a las enfermedades asociadas al envejecimiento del resveratrol, que es un componente de las uvas (y por tanto del vino), terminaron por encumbrar las virtudes del vino.

El vino, algo más que delicioso?

No importa que la cantidad de resveratrol presente en el vino tinto sea testimonial, puesto que para obtener una cantidad apreciable de resveratrol, suficiente como para poder obtener el declarado beneficio, a base de consumo de vino, uno debería ingerir cientos de litros diarios (ver cálculo en Wired, por ejemplo). Sin embargo, no existe comentario sobre el resveratrol que no comience diciendo “… el resveratrol, presente en el vino tinto …”. Tampoco importa que una reevaluación de los números que manejaba el Dr. Serge Renaud indique que claramente infravaloró la incidencia de enfermedades cardiovasculares entre la población francesa, que en realidad está en la media de los países occidentales. Todo esto sin entrar en el dudoso efecto beneficioso para la salud del resveratrol o las moléculas sintéticas que mimetizan sus efectos, a los que se han lanzado varias compañías en la esperanza (ya una realidad) de llenar las arcas vendiendo humo bajo la promesa de una auténtica fuente de la juventud eterna.

Pero es que incluso la asunción de que el consumo de grasas saturadas naturales tenga alguna relación con el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares está en entredicho. El estudio, conocido como Nurses´Health Study y llevado a cabo por la Women´s Health Initiative (WHI), se desarrolló durante 8 años e implicó a 49.000 mujeres. Las conclusiones de este estudio es que no se pudieron encontrar conexiones entre seguir una dieta baja en grasas y un menor riesgo de padecer cáncer de mama o colorrectal, o enfermedades cardiovasculares. Evidentemente este estudio no tiene la última palabra, pero evidencia la necesidad de ser cautos con las recomendaciones relacionadas con la alimentación y su relación con las enfermedades y el envejecimiento, y deja claro que las afirmaciones absolutas sobre los beneficios o perjuicios de los alimentos son arriesgadas, por muy sensatas que nos parezcan a simple vista.

Dicho todo lo anterior, no me gustaría ser atacado por hereje y por poner en peligro la salud de la gente por hacer peligrosas recomendaciones dietéticas, nada más lejos de mi intención. Sólo quisiera llamar la atención sobre la cantidad de pronunciamientos a la ligera que al respecto de la salud, el envejecimiento y la alimentación se hacen, sin sustentarse en evidencias científicas de peso, cuando no directamente partiendo de bobadas pseudocientíficas.

Una alimentación sana, variada, balanceada, equilibrada y acorde con el gasto energético que realizamos, junto con una actividad física moderada, siguen siendo buenos consejos generalizables para todos.

Algunas referencias:

– Comentario editorial en JCNI sobre las conclusiones del estudio EPIC sobre el consumo de frutas y verduras y la incidencia de cáncer:

Fruits, vegetables, and cancer prevention: turmoil in the produce section. Willett WC. J Natl Cancer Inst. 2010 Apr 21;102(8):510-1

– Artículo original del grupo de David Sinclair sobre el efecto del resveratrol aumentando la longevidad de la levadura:

Small molecule activators of sirtuins extend Saccharomyces cerevisiae lifespan. Howitz KT, Bitterman KJ, Cohen HY, Lamming DW, Lavu S, Wood JG, Zipkin RE, Chung P, Kisielewski A, Zhang LL, Scherer B, Sinclair DA. Nature. 2003 Sep 11;425(6954):191-6.

– Artículo original del grupo de Rafael de Cabo, en el que colaboró también el grupo de David Sinclair, en el que se describe como beneficioso para la salud durante el envejecimiento, pero sin capacidad de aumentar la longevidad en el ratón:

Resveratrol delays age-related deterioration and mimics transcriptional aspects of dietary restriction without extending life span. Pearson KJ, Baur JA, Lewis KN, Peshkin L, Price NL, Labinskyy N, Swindell WR, Kamara D, Minor RK, Perez E, Jamieson HA, Zhang Y, Dunn SR, Sharma K, Pleshko N, Woollett LA, Csiszar A, Ikeno Y, Le Couteur D, Elliott PJ, Becker KG, Navas P, Ingram DK, Wolf NS, Ungvari Z, Sinclair DA, de Cabo R. Cell Metab. 2008 Aug;8(2):157-68.

– Comentario en la revista Science sobre el Nurses´Health Study.

Women’s health. Study yields murky signals on low-fat diets and disease. Couzin J. Science. 2006 Feb 10;311(5762):755.

Sobreviviendo a los antioxidantes


Las archifamosas y milagrosas bayas Goji. Neutralizan los radicales libres y vienen del Himalaya!

Exóticos como las bayas de Goji, el turmeric, o el acai; o más de andar por casa como las granadas, el vino tinto, la col, …, todo lo que encuentres en el super hoy en día estará lleno de antioxidantes. Lo podrás comprobar fácilmente en la etiqueta: “Bueno para tu salud … contra el cáncer … retrasa el envejecimiento”. Por supuesto seguido del consabido “científicamente probado”, faltaría más. A la moda de añadir supuestas propiedades saludables a los alimentos, en los últimos tiempos se le añade la etiqueta de antienvejecimiento a todo.

La profusión de noticias con base más o menos científica de los nuevos descubrimientos sobre las bases moleculares del proceso de envejecimiento y las posibles nuevas estrategias de intervención antienvejecimiento que conllevan, hacen que la gente esté más al tanto que nunca de los avances en este campo. Además, el desarrollo científico y tecnológico de las últimas décadas ha generado en nuestras sociedades una demanda de soluciones inmediatas a nuestros problemas de salud. Por desgracia, los encargados de trasmitir esta información, o bien no tienen la formación suficiente, o tienen intereses distintos a la mera transmisión de la información. A esto se juntan por supuesto muchos otros factores, como el autobombo de algunos científicos irresponsables que intentan utilizar los medios de comunicación como sistema de autopromoción, la escasa formación en ciencia de la población en general y la multitud de intereses comerciales en vender los modernos elixires de la juventud. En este río revuelto de información científica (o pretendidamente científica) existen una serie de pirañas dispuestas a comerse los peces de las ganancias que reporta el negocio/tinglado de los suplementos dietéticos, complejos vitamínicos y, ahora también, alimentos milagro.

Uno de los mayores embustes que se han difundido con profusión (de tantos como hay) es el de las propiedades saludables de los antioxidantes, sea en la alimentación o directamente en complementos vitamínicos, que siempre reportarán más beneficios. Se nos está intentando vender por todos los lados que con toneladas de antioxidantes que ingiramos en la dieta o en cápsulas, estaremos protegidos frente al cáncer, reforzaremos nuestros sistema inmune y, por supuesto, ganaremos en mayor longevidad. Tan asumido está este concepto, que cualquier cosa que pueda declarar alto contenido en antioxidantes, se publicita inmediatamente por sus supuestos efectos beneficiosos sobre la salud y el envejecimiento, sin tener que pasar por ensayo o prueba alguna, faltaría más, no estamos hablando de la malvada industria farmacéutica.

Pese a una enorme literatura científica sobre los antioxidantes y el estrés oxidativo y su relación con el envejecimiento (y el cáncer y tantas otras cosas), lo cierto es que estamos muy lejos de entender exactamente cuál es esa relación, incluso en los cultivos celulares, menos en los animales de experimentación y, por supuesto, nada en humanos.

La mente humana sufre complejas distorsiones de la realidad producidas por sus ilusiones, frustraciones, deseos, etc. (no voy a intentar hacer de psicólogo a estas alturas). Un ejemplo de ello es la teoría del envejecimiento debido a la oxidación. Qué explicación más sencilla, más entendible por cualquiera, más obvia, que pensar que envejecemos porque nos oxidamos (?!). A fin de cuentas ¿qué somos cuando envejecemos, más que viejos cacharros oxidados? Pues ya está, ¡la oxidación es la respuesta! Se produce además una de esas habituales perversiones del lenguaje tan típicas en la charlatanería pseudocientífica de nuestros días. Los antioxidantes neutralizan los radicales libres, que tienen carga negativa, ¡para qué queremos más!

No digo que no existan multitud de datos relacionados con el proceso de oxidación de componentes esenciales celulares durante el envejecimiento, pero de ahí a pensar que tenemos un conocimiento 100% de cómo funciona esto de la oxidación y el envejecimiento … hay un salto considerable. No es menos cierto que existen también demoledores datos en contra de la teoría del envejecimiento por la oxidación (prometo una entrada futura dedicada a la teoría oxidativa del envejecimiento). Nos encontramos además, con multitud de ejemplos en los que las defensas antitumorales o antiinfecciosas se realizan mediante procesos que necesitan de la generación de estos radicales libres de oxígeno, y que de impedir su generación, interferiremos negativamente en procesos defensivos fundamentales para la integridad del organismo. Si además nos metemos con antioxidantes como método eficaz antienvejecimiento, ahí ya patinamos por completo.

Cuesta hacerle entender a la gente (y en muchas ocasiones no se tiene ningún interés en ello) que los descubrimientos científicos llevados a cabo en el laboratorio usando una placa de cultivos, poco o nada tienen que ver con lo que les intentan vender haciéndolo pasar por el último descubrimiento del milagro antiedad demostrado científicamente. La prueba del algodón son los ensayos clínicos realizados con garantía y ahí, me temo, la cosa se hunde. Los antioxidantes no sólo no han demostrado eficacia alguna por el momento, si no que incluso se han demostrado perjudiciales para la salud. Claro, esto no lo van a publicitar, pero los datos que existen hoy en día son que el consumo de suplementos antioxidantes no prolonga la vida y no protege del cáncer, si no al contrario, aumenta la mortalidad por diversas causas y en ciertos estudios se han observado incrementos considerables de la incidencia de tumores. Por ejemplo, un estudio realizado en el 2007 con cerca de 300000 hombres sanos que recibieron o no complejos multivitamínicos tuvo que ser parado al comprobar que aquellos que tomaban los antioxidantes veían su riesgo de padecer cáncer de próstata al doble que aquellos que no los consumían (ver referencias al final del texto).

Una buena alimentación es imprescindible para una buena salud. Esta máxima es asumida por todos incluso desde  antes de Hipócrates (460-377 AC). Nuestra dieta nos aporta las vitaminas y oligoelementos esenciales que no podemos sintetizar. Por tanto, una alimentación equilibrada y variada, como la que podemos encontrar en países desarrollados, supone un aporte de micronutrientes como el beta-caroteno (precursor de la vitamina A), vitamina D y E, o selenio, todos ellos con propiedades antioxidantes, en cantidades suficientes. Las pastillas de vitaminas antioxidantes en poblaciones con alimentación adecuada suponen pues un dudoso beneficio para la salud. Pero además, como decimos, pueden tener unos efectos negativos sobre nuestra salud, insospechados y peligrosos.

Intentar dar el salto inmediato de los resultados preliminares experimentales del laboratorio a la práctica con humanos es, cuanto menos, descabellado e irresponsable. Por ello no encontrarán ustedes ningún tratamiento médico, ningún fármaco, basado en antioxidantes. La industria farmacéutica y la práctica médica (seria) se basan en la evidencia científica y han de someterse a rigurosos procesos de evaluación antes de poder ser aplicados a la población. Desgraciadamente, los vendedores de humo, los que trafican con elixires de la juventud eterna, los que prometen el milagro antiedad, irresponsablemente intentan hacernos creer que consumiendo sus pastillas de extractos de resveratrol o de Q10 o de vitamina A, C, D y E, vamos a detener el envejecimiento. Promesa sin duda apetitosa para individuos que se asoman al declive del paso del tiempo en una sociedad que ensalza más que nunca los valores de la juventud. Para los que simplemente venden yogures, zumos de fruta o verduras, apuntarse al carro de los antioxidantes es muy sencillo y rentable, el trabajo ya se lo han hecho los de la industria de suplementos y las vitaminas. Lo trágicamente irónico es que con ello podemos estar empeorando sensiblemente nuestra salud, siguiendo el consejo de los que dicen estar velando por ella.

Artículo: Multivitamin use and risk of prostate cancer in the National Institutes of Health-AARP Diet and Health Study. Lawson KA, Wright ME, Subar A, Mouw T, Hollenbeck A, Schatzkin A, Leitzmann MF. J Natl Cancer Inst. 2007 May 16;99(10):754-64.

Comentario: Surviving antioxidant supplements. Bjelakovic G, Gluud C. J Natl Cancer Inst. 2007 May 16;99(10):742-3.

Revisión actual sobre los ensayos clínicos con antioxidantes: Antioxidant supplements for prevention of mortality in healthy participants and patients with various diseases. Bjelakovic G, Nikolova D, Gluud LL, Simonetti RG, Gluud C. Cochrane Database of Systematic Reviews 2008, Issue 2. Art. No.: CD007176.

Actualización: !!!Vaya con las bayas!!! No sólo los antioxidantes no tienen un efecto beneficioso demostrado para la salud, pese a lo que digan sus vendedores, y no sólo pueden resultar perjudiciales para la salud los suplementos antioxidantes, como demuestran los ensayos clínicos.

La OCU ha pedido hoy al Ministerio de Sanidad la retirada de las bayas Goji por su alto contenido en metales pesados y pesticidas, encontrados en análisis realizados por esta organización de consumidores en 10 muestras recogidas en distintos puntos de venta de Madrid y Barcelona.

Al posible efecto fisiológico sobre el organismo hay que añadir ahora también el perjuicio que puede suponer la gran contaminación presente en productos «naturales» procedentes de áreas con escasos e ineficientes controles sanitarios, como ocurre con las archifamosas bayas Goji (de las que hablábamos más arriba) que nos llegan desde China. Es lo que ocurre cuando uno piensa que algo «natural» necesariamente tiene que ser mejor que algo «artificial«. Y si viene de China, con su cultura milenaria, mejor aún. Pero lo que no se piensa detenidamente es que estamos hablando de un producto recogido, procesado y empaquetado en una zona con graves problemas de contaminación y falta de controles sanitarios adecuados. Esto no es la primera vez que ocurre, lo mismo sucedió hace tiempo en muchos herbolarios de EEUU con hierbas, infusiones, etc, procedentes de China.